Inteligencia artificial ante el cambio climático: ¿amenaza o aliada?

Inteligencia artificial ante el cambio climático: ¿amenaza o aliada?

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Una persona conversa con un robot humanoide de AI Life, expuesto en el Consumer Electronics Show (CES) en Las Vegas, Nevada, el 10 de enero de 2024.

¿Qué efecto cree que tiene la IA sobre el medio ambiente? El Joint Research Centre de la Unión Europea incluyó esta pregunta en una encuesta realizada entre marzo y julio de 2021. Del total de personas encuestadas, un 32 % afirmó que su uso era positivo mientras que un 5 % defendió los efectos negativos que la IA podría tener. Sin embargo, la mayoría (63 %) indicaron que no esperaban ningún efecto de la IA sobre el entorno natural, demostrando una falta de conocimiento sobre la relación entre la IA y la sostenibilidad ambiental.

La realidad es que ya en 2019 se encendieron las alarmas cuando un artículo científico estimó que una sesión de entrenamiento de un modelo de lenguaje muy popular en esa época emitía tanto CO₂ a la atmósfera como cinco automóviles a lo largo de su vida útil.

Con la reciente aparición de los grandes modelos de la IA generativa, como ChatGPT, el debate en torno al consumo energético de estos algoritmos no ha hecho más que intensificarse. Investigadores de la Universidad de Copenhague calcularon que una única sesión de entrenamiento de GPT-3 requería un consumo energético equivalente al de 126 hogares daneses durante un año, generando una huella de carbono comparable a la de un automóvil recorriendo 700 000 kilómetros.

No solo los algoritmos son culpables de este enorme consumo, sino también la infraestructura que los rodea, como los grandes centros de datos. La empresa Meta ha anunciado que construirá un hipercentro de datos en Castilla La Mancha. En una zona en peligro de sequía, esta infraestructura consumirá tanta agua cada 30 minutos como una persona en todo un año.

Nacen los algoritmos verdes

Actualmente nos enfrentamos a la paradoja de Jevons. A pesar de reconocer la IA como una herramienta crucial en la lucha contra el cambio climático, su creciente demanda podría contribuir significativamente al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Es, por tanto, imprescindible que la IA trace caminos para mejorar la sostenibilidad de nuestro planeta. Este objetivo se refleja de manera destacada en España en la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial, que busca proporcionar un marco para el desarrollo de una IA inclusiva, sostenible y centrada en la ciudadanía. En línea con uno de sus pilares, recientemente se ha lanzado el Programa Nacional de Algoritmos Verdes.

Los términos IA verde o algoritmos verdes abordan una perspectiva dual. Por un lado, se enfocan en el desarrollo de aplicaciones en diversos ámbitos y sectores que no solo impulsen la sostenibilidad, sino que también contribuyan a combatir el cambio climático (conocido como enfoque “green-by”).

Existen numerosos ejemplos en los que la IA ayuda a resolver problemas medioambientales, como el control y predicción de la demanda de agua, reducción del impacto ambiental de la agricultura, optimización del consumo energético de edificios y la mejora de rutas de transporte.

El segundo ámbito de actuación de los algoritmos verdes se centra en explorar vías para lograr algoritmos más escalables y sostenibles, con el objetivo de reducir la huella de CO₂ generada por los algoritmos existentes (enfoque “green-in”).

Hacia un futuro verde

A pesar de que la IA verde es un concepto relativamente reciente, la urgencia de garantizar que la IA sea respetuosa con el medio ambiente se ha vuelto cada vez más evidente. Este planteamiento refleja la creciente conciencia sobre la necesidad de equilibrar el avance tecnológico con la sostenibilidad ambiental.

Quizás, en un futuro próximo, los sistemas de IA incluyan una etiqueta que certifique su eficiencia energética, proporcionándonos información clave para tomar decisiones informadas, de manera similar a como evaluamos la eficiencia energética de los electrodomésticos. En un mundo donde se estima que las tecnologías desempeñarán un papel esencial en el siglo XXI, cada esfuerzo individual cuenta.

Este enfoque hacia una IA verde no solo implica una transformación en la manera en que desarrollamos y utilizamos la tecnología, sino también un cambio cultural en la sociedad. Al promover la conciencia sobre la huella ambiental de la IA y fomentar la adopción de prácticas más sostenibles, podemos contribuir colectivamente a un futuro más equitativo y respetuoso con el medio ambiente.

Por Verónica Bolón Canedo, Profesora Titular de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, Universidade da Coruña

Este artículo se vuelve a publicar de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.