Luego de un sonado caso que duró varios años y que se convirtió en uno de los más mediáticos, un juez federal condenó a pasar el resto de su vida tras las rejas a la exreina de belleza puertorriqueña Aurea Vázquez Rijos, apodada la “viuda negra”, por el asesinato de su esposo, el ciudadano canadiense Adam Anhang, ocurrido hace ya trece años.
El magistrado Daniel Domínguez, miembro del Tribunal federal de San Juan de Puerto Rico anunció que la ex Miss Puerto Rico Petite fue sentenciada a cadena perpetua, quien junto a su hermana, y el exesposo de ella, José Ferrer Sosa, hicieron todos los contactos para que un sujeto, identificado como Alex Pabón Colón, perpetrara el crimen contra la humanidad de Anhang.
Tras la muerte del millonario empresario, la exmodelo negó haber tenido alguna participación en el asesinato, ocurrido el 22 de septiembre de 2005 en una calle del Viejo San Juan, pero fue el propio autor materia quien la delató y confesó que la mujer le había pagado para matar a su marido y poder así quedarse con su fortuna.
Luego de acceder a la fortuna de su exmarido, que varios medios puertorriqueños calculan en 24 millones de dólares, se mudó a Italia, pero en un viaje que realizó a España, supuestamente para trabajar como guía de turismo, fue arrestada y posteriormente extraditada a Puerto Rico.
A pesar de que las evidencias y el testimonio del asesino de su exmarido, quien se dedicaba a la industria inmobiliaria, fueron suficientes para que el juez condenara a la exreina, hasta el final ella ha mantenido que no tuvo nada que ver en el crimen contra su expareja y dijo que lo único que quisiera es poder recuperar a sus hijos.
“Yo soy inocente y el tiempo lo dirá”, aseguró la llamada Viuda negra.
Según el diario La Opinión, la abogada de Aurea, Lydia Lizarríbar, manifestó su rechazo ante la sentencia y trató de convencer al juez de los efectos negativos que ello tendrá en la vida de los hijos de la acusada.
Por su parte el fiscal que estuvo envuelto en el caso todo el tiempo mostró que aquí no hubo ningún tipo de maltrato contra la exreina por parte del empresario asesinado sino que existía una clara intención de querer quedarse con su fortuna, o al menos unos 8 millones de dólares, como había quedado escrito en un contrato matrimonial que el canadiense había firmado con la boricua.