La serie documental The Last Dance, producida por ESPN, reavivó el furor por Michael Jordan. Los fanáticos del baloncesto, y los que no lo son tanto, accedieron a detalles inéditos de la vida privada del mejor jugador de todos los tiempos.
Entre la información que circuló en el último mes sobre la figura de Jordan, se reavivó el misterio de la mansión de MJ23. Ubicada en Highpark, al norte de Chicago, el astro de la NBA lleva seis años intentando venderla. Aceptó bajarle el precio en ocho oportunidades. Cualquier cosa con tal de conseguir un comprador que por ahora no aparece.
En el año 1994, cuando Jordan ya era una megaestrella del deporte mundial, el basquetbolista de los Bulls mandó a construir una fastuosa mansión en las afueras de Chicago. La vivienda se levantó en un espacio de 5000 metros cuadrados. Allí crecieron sus tres hijos.
El mismo se ocupó de revisar los planos. No quería que faltara nada: un piscina infinita (o infinity pool), cancha de básquet, gimnasio, cancha de golf, cancha de tenis, una cocina gourtmet y una bodega con capacidad para 1000 vinos, fueron algunos de los lujos que se dio el seis veces campeón de la NBA.
Eso no es todo. La casa cuenta con 19 baños, dos teatros, una sala de cine, una biblioteca, una laguna artificial para practicar pesca y un garage para 15 autos.
Además, mandó a construir una casa vecina con tres habitaciones que sería destinada para los huéspedes.
Luego de que Jordan se divorciara de su exesposa Juanita Vanoy, la pareja decidió poner en venta la mansión y mudarse. No se imaginaban que les iba a ser imposible sacarse de encima la casa en la que habían vivido durante 19 años.
MJ23 apeló a rebajas considerables del precio para tentar a los compradores. Inicialmente valuada en 42 millones de dólares, salió al mercado por 29 millones. En febrero de 2012, el exjugador de los Bulls estuvo a un paso de venderla. No lo consiguió. Meses más tarde, aceptó una oferta por 21 millones. A último también se cayó ese comprador.
En 2015, Michael Jordan tuvo la última oportunidad para deshacerse de la mansión. Había designado la tarea a una famosa empresa de subastas.
Ellos le consiguieron un comprador. Tan desesperado estaba Su Majestad que, al enterarse, prometió al comprador regalarle un lote entero de su colección de zapatillas Air. No pudo ser, a pesar del precio que por entonces había alcanzado la vivienda: 14 millones de dólares.
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