Se aproxima el 6 de enero de 2022, y como cada año esta es la última fiesta de la temporada navideña, la cual en varios países del mundo, sobre todo en los latinoamericanos, se celebra para recordar la adoración y reconocimiento de los sabios hacia el hijo de Dios como único Rey y salvador de la humanidad.
¿Qué significado tiene el Día de los Reyes Magos?
De acuerdo con la religión católica el día de Reyes coincide con el día de la Epifanía, que es una celebración litúrgica muy antigua, que hace referencia a la manifestación o revelación divina que hizo Jesús al mundo en su propia carne y hueso, y que es simbolizada a través de la llegada de los regalos que hicieron los Reyes Magos: incienso, mirra y oro.
Según Tu Nueva Información, en su concepto filosófico, la Epifanía es la profunda sensación de realización en el sentido de comprender la esencia de las cosas.
Es todo lo que puede estar en el corazón de las cosas o de las personas, es decir, constatar que se siente como resuelto, solucionado, completado, lo que era muy difícil de lograr. Epifanía puede ser un pensamiento ilustrado, una inspiración que parece provenir de Dios.
Ahora bien, La Epifanía del Señor, es la fiesta religiosa del catolicismo, celebrada dos domingos después de la natividad de Jesús, y en ella se conmemora como Cristo se manifestó a todo el mundo, encontrándose con diferentes personas y en distintos momentos.
De hecho, la Iglesia Católica considera tres Epifanías, en tres tres acontecimientos: la Epifanía de los Magos de Oriente que se celebra cada 6 de enero, la Epifanía de Juan el Bautista en el río Jordán llegando el Espíritu Santo hacia Jesús a través de la paloma blanca, y la Epifanía de Cristo cuando comenzó su ministerio con el milagro de Caná y adquirió fama.
Sin embargo, el Arzobispado del Cusco señala que la Epifanía a los Reyes Magos es la más importante de las tres. “Es la celebración que gira en torno a la adoración del nacimiento del niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos, como símbolo del reconocimiento del mundo pagano y la revelación de que Cristo es el salvador de toda la humanidad”, señala, según informa CNN.
La Epifanía de los Reyes Magos de oriente
Mateo 2, 1-12
Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”.
Al oír esto, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel. Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella.
Después, enviándolos a Belén, les dijo: Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.
Reflexión
El camino de los Magos es el auténtico camino de la fe. Siempre hay “una luz” que viene de lo alto, “un camino” nada fácil de recorrer y “una meta”: La adoración.
1. Vimos la estrella en Oriente: Confucio, célebre pensador chino que vivió en el siglo VI antes de Cristo, nos dejó este proverbio: “Cuando el sabio apunta con el dedo la luna, sólo el necio se queda mirando el dedo”. Desde que se escribieron los evangelios ha habido muchos necios que, ante la estrella de los magos, se han quedado mirando el dedo de las apariencias externas y no han descubierto el significado profundo de los hechos.
Sabemos que los evangelios de la infancia se escribieron al final y están coloreados por la experiencia de Pascua. Esa estrella maravillosa que alumbra en el cielo es Cristo Resucitado, que no puede ser patrimonio de un solo pueblo, el pueblo judío, sino de todos los pueblos. Hoy es la fiesta de todos los que creemos en Jesús, aunque no seamos judíos. Fiesta grande, fiesta universal, fiesta de la Humanidad. Pero hay que “mirar al cielo” y descubrir la estrella “para llenarnos de alegría”.
2. Y venimos: Los Magos se pusieron de camino. Y en el camino de la fe hay que dejar las comodidades materiales y entrar a formar parte en la caravana de los “buscadores de Dios”. Es verdad que la “estrella de Dios” brilla, seduce, fascina y te lanza a una búsqueda apasionante. Pero no es menos verdad que, cuando menos lo esperas, esa estrella “desaparece”. Y corres el riesgo de desanimarte, tirar la toalla y desandar el camino.
Lo expresaba bellamente Ortega y Gasset: “En la órbita de la Tierra hay perihelio y afelio: un tiempo de máxima aproximación al sol y un tiempo de máximo alejamiento. Algo parecido ocurre con la mente respecto a Dios. Hay épocas de “odium Dei”, de gran fuga de lo divino, en que esa enorme montaña de Dios llega casi a desaparecer del horizonte. Pero al cabo vienen sazones en que súbitamente, con la gracia intacta de una costa virgen, emerge el acantilado de la divinidad. Y se grita ¡DIOS A LA VISTA!” (El espectador).
Dios es presencia y ausencia. Y una ausencia “sentida” es un modo de presencia. Tal vez uno de los males de nuestro tiempo es que “no siente” la ausencia de Dios. “Bueno es saber que los vasos nos sirven para beber; lo peor es que no sabemos para qué sirve la sed” (A. Machado).
3. A adorarle: “El hombre ha nacido para adorar a Dios”: Es el principio y fundamento de los ejercicios de San Ignacio. Si unimos esta frase con la de San Juan de la Cruz: “El hombre ha nacido para la unión con Dios”, debemos concluir que, a máxima unión con Dios, máxima realización de la persona. Cuando, como los magos de Oriente, caemos de rodillas ante Dios y le adoramos, nos vaciamos de nuestro egoísmo personal, nos descentramos de nosotros mismos, y nos llenamos de Dios poniéndolo en el centro de nuestra existencia, ahí se acaba el orgullo y la soberbia de querer ser “como Dios”. En eso consiste el pecado.
Adorar es aceptar con gozo nuestra situación de criaturas y, bien orientadas hacia Dios, nuestro Creador, disfrutar de Dios y de toda su creación, obra de su amor. Y queremos traer aquí unas palabras del Papa Francisco con motivo de la fiesta de la Epifanía: «Para adorar al Señor es necesario ver más allá del velo de lo visible, que frecuentemente se revela engañoso».
El Santo Padre subrayó que este modo de “ver” que trasciende lo visible, “hace que nosotros adoremos al Señor, a menudo escondido en las situaciones sencillas, en las personas humildes y marginales. Se trata pues de una mirada que, sin dejarse deslumbrar por los fuegos artificiales del exhibicionismo, busca en cada ocasión lo que no es fugaz”. (6-enero-2021).
Ante la afrenta, Herodes ordenó que todos los niños menores de dos años que vivieran en Belén, hacia donde andaron María y José con el recién nacido, fueran asesinados para eliminar el peligro que entrañaba para su reinado la presencia de Jesús. pic.twitter.com/FOPPM1P3aq
— DeMemoria (@DeMemoria) December 28, 2021
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